viernes, 27 de febrero de 2009

London Taxi (I)


- "Hola, Buenos Días. Por favor, lléveme a algún lugar...", dijo cerrando la puerta del típico Taxi londinense.

- "Perdone Señor, no he entendido bien, a dónde dice que quiere que le lleve?", replicó el conductor girándose para ver mejor al apresurado pasajero. Steve estaba sorprendido con el destino tan especial que acababa de oir.

- "A algún lugar lejos de aquí. No importa."

- "¿Hay algún problema, caballero? ¿Se ha metido en algún lío?". Preguntó Steve con gesto desconfiado.

- "No, en absoluto, arranque el coche, le pagaré bien... y si quiere, la carrera se la doy por adelantado", comentó aquel misterioso individuo, mostrándole un buen montón de libras recién sacadas de su bolsillo.

- "De acuerdo señor". Se giró nuevamente y encendió el motor del coche. Empredió una ruta sin dirección. Pensó una vez más que la gente que recurría a sus servicios era cada vez más extraña. Pero aquel tipo tenía algo que le hacía diferente. Iba bien vestido, enfundado en un elegante traje de raya diplomática de estilo italiano. En el asiento estaba apoyado un imprescindible pero bonito paraguas que seguramente habría adquirido en una boutique del centro de Londres. Su corbata era discreta y clásica. Su camisa de sastre, a medida y con gemelos. Hablaba con un acento extraño, trabajado pero con un deje particular. Supuso que sería español o italiano por sus facciones, pero sus refinadas maneras le despitaban. Parecía un caballero británico.

Transcurridos algunos minutos entre la confluidas calles, incómodo por el silencio de su cliente y por no saber hacia dónde ir, Steve carraspeó y murmuró nuevamente...
- "Señor, ¿le parece bien por donde vamos?"

- "Si, me parece perfecto". Observaba los edificios de abajo hacia arriba y en algunas ocasiones detenía su mirada en la gente anónima que paseaba por las aceras. "Es difícil salir del centro de Londres sin transitar por miles de calles, cruces y semáforos, ¿verdad?" Aprovechó el silencio y continuó hablando. "Pero no se preocupe, no hay prisa. Necesito tiempo para pensar. Y perdone mis maneras, tal vez he sido un poco brusco al principio. ¿Cómo se llama usted?"

- "No se preocupe, no es necesario que se disculpe. Steve, Señor... me llamo Steve Greeny."

La experiencia le había hecho creer que sólo exisitían dos clases de clientes. Los que no hablaban más que lo extrictamente necesario, -lo cual no incluía siempre los formalismos de educación y cortesía- y por otro lado los que no callaban aunque tuvieran que hablar sobre la manilla de la puerta. Steve aún estaba en la fase de tanteo para saber como actuar.

- "¿Lleva muchos años al volante de este mito de postal, Señor Greeny?"

- "Si, Señor, desde los 21 y ya tengo 63. Toda una vida."

- "Y en todos estos años... ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de trabajar cara al público, que se sube y baja de su coche cada día, cada noche, Señor Greeny? Cada carrera será una historia diferente a la anterior, ¿no?"


- "Oh, Señor, llámeme Steve, por favor. No me acostumbraré nunca a oir mi apellido para que se referieran a mi. Mire, Señor, he visto y he llevado sobre estas cuatro ruedas a todo tipo de gente, todo lo imaginable. Madres a punto de dar a luz, jóvenes enamorados que se dan su primer beso al despedirse, yuppis con prisas, sin tiempo y comiendo cualquier cosa, yonkis que deambulan de garito en garito, abogados que revisan mil papeles antes de entrar a los Juzgados, gente adinerada con perritos en bolsos carísimos, famosos, inmigrantes asustados que apenas conocen el idioma, borrachos en retirada, alguna novia que llegaba tarde a su boda, punkies que pegaban con la cresta en el techo e incluso he llevado a un bombero a sofocar un incendio." Steve estaba sonriendo al recordarlo.

- "Ajá... lo que me imaginaba, muy variopinto, ¿Y usted sabe qué tenían en común toda esa gente?" Comentó entusiasta el joven caballero.

- "Pues ahora que lo dice, Señor, no sabría qué decirle. Supongo que... nada."

- "Pues se equivoca, Señor Greeny... o mejor Steve, ya que me ha permitido la confianza. Deslizándose al borde de su asiento, para transmitir mejor su énfasis, prosiguió con su discurso. Yo creo que si, creo que todos ellos tienen algo en común y por eso se suben a su taxi."

2 comentarios:

R@ dijo...

Vaya, le estamos cogiendo el gustillo a la ficción,¿eh?
estoy esperando el final como agua de mayo.
¿Por qué será que suenan mejor los nombre en inglés?
No sería lo mismo si el conductor se llamase Manolo Quintanilla,¿verdad?

Jorge dijo...

Jajaja... Pero Manolo Quintanilla molaba si fuera en Madrid! Claaaaro! Hice mal en partirlo en 2, se genera más expectativa con la segunda parte, pero creo que te decepciona más si no cumple tus expectativas. Bueno! Ya está hecho!