miércoles, 15 de octubre de 2008

Allons Enfants de la Patrie...

Marchemos hijos de la patria... del Estadio de fútbol. Eso parece que va a suceder cada vez que la afición del equipo rival de la selección francesa en estadio local, silbe el momento álgido de la entonación de la Marsellesa. No ha sentado nada bien que la afición tunecina hiciera de la fuerza viento canalizado hasta la fricción sonora, un arma de desaprobación masiva contra el país anfitrión. La cosa no quedado en anécdota. El mismísimo Presidente de la República Sarkozy ha llamado a consultas a su ministra de Sanidad, Juventud y Deportes, Roselyne Bachelot junto al presidente de la Federación Francesa de Fútbol, Jean-Pierre Escalettes. Y es que no es la primera vez que esto sucede. Argelinos y Corsos también han reprochado en el pasado y del mismo modo sus diferencias políticas, sociales o de orden administrativo con el Estado Francés.



El himno es un símbolo que pertenece al orgullo de una nación que siempre ha defendido la Libertad y la lucha del pueblo contra la tiranía. Quien conozca su letra sabrá que contiene un mensaje de otro tiempo pero que defiende valores tan actuales como vitales. La revolución que los franceses iniciaron en defensa de su Libertad ensangrentada hasta la Victoria, ha servido para que hoy, muchos años después, los que son acogidos en un país "extraño" puedan expresarse y puedan utilizarla de una forma que en sus países de origen ni soñarían. Tal vez se pide más respeto y educación que marcialidad silenciosa en la ejecución de las notas patrias

Tanto España como Francia cuentan con innumerables lazos con países del magrab, por múltiples motivos y necesidades mútuas. Negarlos rayaría lo absurdo. Pero estos vínculos son bidireccionales. Por ello el rencor que algunos guardan -muchos de ellos desde la memoria o desde la historia contada de parte- se retrotrae a la época en la que había otro orden internacional. Otroras metrópolis y colonias parecen no querer abandonar su rol. Incluso jugadores de la selección gala no cantan por motivos personales -no exentos de razón en algunos casos, como el de Karembeu- el himno del país que defienden.


Aquellos que viven en un país de acogida deberían pensar un poco antes de morder la mano que les da de comer o lanzar vientos que ensordecen un orgullo. Estos gestos pueden volverse contra ellos, fomentando el recelo y dificultando la integración de grupos étnicos deternimados hasta arrinconarlos en guetos, pagando justos por pecadores. Entramos en la dinámica de la sinrazón.

Francia está sobradamente sensibilizada con los problemas raciales que en los últimos tiempos han derivado en revueltas callejeras. Todos recordamos los disturbios de París. Los barrios periféricos de las grandes urbes son un auténtico polvorín que esperan cualquier mecha para explotar. Las dificultades económicas y la falta de trabajo que nos ha tocado vivir en un panorama de recesión mundial, no son los mejores escenarios para rebajar la tensión. Si a esto le añadimos las diferencias regiliosas irreconcialiables con un estado laico como es el francés, la guinda está puesta en el "Boom-Cake".


Eurovisión sigue mostrando las alianzas históricas en el orden europeo, de la vieja y nueva Europa. El deporte es una nueva expresión y fórmula de guerra fría, en la que los intereses políticos se expresan más arrojadamente que en cualquier tribuna del parlamento o foro de discusión. Cordalidad de Fair Play, diplomacia de estadio pero juego duro.

Y el Atletico juega en Marsella. Mejor no soliviantar más a un pueblo que en su himno llama a sus ciudadanos a las armas.

1 comentario:

Daniel dijo...

Que guapo ye Paris. La capital del mundo.