lunes, 3 de noviembre de 2008

Me has visto caer. Espero que estés ahí para cuando me levante...

El hombre no se mide por la veces en que se cae,
si no por las veces que se levanta.


¿No sería bonito celebrar que alguna vez las cosas salen a la primera con el esfuerzo justo y con algo de suerte? Lamentablemente no siempre es así -o más bien, nunca-, y debemos luchar cada palmo de tierra que queramos conquistar; defenderla sin mirar atrás, creyendo que lo que está a nuestra espalda no está del todo ganado. Un día te levantas y te lo han quitado todo. Todo lo que pueden llevarte. Pero algunas cosas están tan dentro de tí que los demás ni siquiera alcanzan a verlo. Tu amor propio, tu actitud combativa, tu orgullo y tu fe nadie podrá arrebatártelas. Cuando te han despojado de todo lo material, sólo el refugio espiritual, nuestra propia esencia es lo que nos queda. Por ello debes conocerte, para saber que cuando sólo seas tú -en las circunstancias más adversas que existan-, sepas que tu interior es tan sólido como unos cimientos sobre los que debes construir un gran rascacielos que parte de la zona cero.

El fracaso no existe. Lo que existe es un estado anímico contrario al éxito. Pero quien es capaz de vencerlo, trinfará.

Un periodista pregunto a Edisson por su invento: "¿qué sintió después de haber fracasado dos mil veces en hacer una bombilla?". Entonces Edison pausadamente contestó: "Joven, yo no fracasé dos mil veces en hacer una bombilla; yo no he fracasado ni una sola vez, solamente ha sido un proyecto de 2000 pasos.


Cuando estás abajo del todo y nada sale bien, sólo puedes subir, aunque te zancadilleen y se burlen de tí. Subirás y cuando lo hagas procura que sea de una forma segura, sin ansias. Si lo haces bien será más difícil que todo se derrumbe otra vez. Verás la luz al final del tunel. Y mientras dure este tránsito por el infierno, vamos a ponérselo difícil. Serán ellos quienes ardan en el averno. Venderíamos cara nuestra derrota, si es que llega. Pero prefiero pensar en defraudar a todos aquellos que desean nuestro fracaso, porque no hay mayor desprecio hacia la envidia que el éxito propio. Y éste si que llegará. Tiene que llegar. Está ahí fuera. A por él.

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