miércoles, 29 de octubre de 2008

Vaya cruz que tenemos... (II)

La intolerancia no sólo quiere eliminar lo que no admite. Si eso es imposible, deseará al menos moldear la imagen ajena hasta convertirla en aceptable a sus ojos.

Esto si que es un CLAM!

El Barça, tan defensor de sus costumbres y su catalanismo dentro de España, fuera del territorio nacional, -occidental u oriental- se acongoja y no es capaz de ponerse tan firme como Laporta es capaz. La protesta viene de países como Arabia Saudí (feudo musulmán radical) o Argelia. Pieden que en las camisetas blaugranas, en su escudo, no figure la cruz de Sant Jordi (tan catalanes ellos). Éstos, se pliegan y aceptan sumisamente. ¿Se venden por la pela o se venden al miedo? Ambas motivaciones son igual de reporchables. La primera porque constata que todo tiene un precio, incluso lo más esencial -catalán pero menos- y la segunda porque (incluida en la primera también) hacen que los demás se crezcan, y de este modo renucian a estar en un plano de igualdad.

La camiseta se modifica, se vende y todos tan contentos. Todos no. Yo no estoy de acuerdo. Aquel que admira o quiera algo, que lo admita tal como es, que no trate de cambiarlo, porque si lo consigue, entonces no será lo mismo. Será otra cosa.

Los extremos a los que estamos llegando son insostenibles. Se ha llegado a plantear en la FIFA que los jugadores no se puedan santiguar o apuntar al cielo en una celebración de un gol. A mi no me molesta que lo hagan, allá cada cual con su forma de ser mientras no impida a los demás lo mismo. He visto muchas veces a Diarra, Kanoute y otros jugadores musulmanes confesos, rezar con las palmas extendidas hacia arriba y mirando al cielo segundos antes de que empiece un encuentro. Jamás se me ha ocurrido criticar tal cosa. Me parece que es un hecho tan íntimo y personal -aunque de expresión pública- que no cabe juzgarlo. Pero a veces, se pasan.

El "Templario Kanouté" dedica un gol al cielo.
¿En qué quedamos?


Fuente: Marca.com: El Sevilla luce en sus camisetas el sponsor de una conocida empresa de apuestas, algo que no parece tener mayor importancia. Todos los jugadores la llevan, menos Frederic Kanouté que suele tapar parte del anuncio. No es ningún capricho. Se niega a que aparezca completo en su camiseta. Kanouté ha confesado que lo hace por motivo religioso. Persona profundamente religiosa rige su comportamiento por la ley coránica y el libro sagrado de los musulmanes, prohibe tanto el juego como la bebida. “Las bebidas alcohólicas, el juego de azar, los ídolos y las rifas son sólo un sucio trabajo de Satán. Absteneos de ellos para que podáis prosperar. Satán sólo pretende fomentar la enemistad y la envidia entre vosotros”, reza una sura del Corán." Muy bien, pero... ¿Qué le parecería a Kanouté si le recortaran el sueldo por no llevar la publicidad? ¿Y si la empresa suspende el patrocinio a todo el equipo por ese motivo?

Siguiendo por estos derroteros absurdos, las listas de actos prohibidos podrían sucederse hasta el aburrimiento. Pero todo es relativo. Cuando una occidental viaja a un país árabe acata las cosumbres del lugar y si es mujer, se cubre la cabeza con el dichoso pañuelo. Si ustedes vienen aquí, las reglas son otras y no deberían siquiera intentar cambiarlas. Se aceptan o no se aceptan. Se quedan o se van. Aquí prima la libertad del individuo y no caben las imposiciones unilaterales.


El problema está en que algunos no saben convivir con otras culturas y nosotros no sabemos defender nuestra identidad. O mejor dicho no sabemos defender la libertad de las múltiples y diversas identidades que conforman una sociedad avanzada como es la occidental. Nos dejamos influir por prejuicios de otras sociedades que viven instaladas en el medievo, conducidas por protectores de la moral -su moral-, la más férrea que pueda existir. Sociedades donde la mujer no vale más que un objeto no pueden condicionar la vida -aunque sea en pequeños detalles- de pueblos que han dejado atrás esas mentalidades retrógradas. Ven templarios porque el rencor hace que jamás pasen páginas en la historia desde entonces.

La verdad es que un poquito si que asustan, si...

Debemos poner coto, freno o directamente enfrentarnos a esta nueva oleada de ataques a nuestra libertad y a nuestra cultura, porque sin ella no tendríamos identidad. No debemos gustar a todos, debemos ser nostros mismos porque así lo queremos. Si gustamos a los demás, mejor. Pero lo que jamás debemos hacer es cambiar para dar el gusto.

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